El verano «significa pasar tiempo en familia», y eso para el veterano periodista y actual presidente de la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión, Manuel Campo Vidal, es lo mejor de esta época del año: «Poder estar veinte o veinticinco días seguidos con mis hijos y mi mujer es fantástico, porque además soy muy casero». Asegura que no puede decir que haya tenido un verano, muy, muy extraordinario, salvo porque en 1978 «invertí todo el periodo estival en enseñar a los niños de mi pueblo, Camporrells en Huesca, a bailar un «baile de bastones«, que nosotros llamamos de los «Tochets«, y se convirtió en un verano muy bonito porque supuso la recuperación de las raíces de la zona».
Se trata de una danza que se bailaba en el norte de España, «normalmente en Navarra, en la provincia de Huesca y un poquito en Cataluña», pero antes de que alguien se apresure a imaginarlo, matiza: «No tiene nada que ver con la Jota», ya que se trata, según comenta Manuel Campo, de un baile popular que representa «viejas ceremonias agrarias y luchas guerreras», cuya tesis más extendida remonta su origen a una evolución de las antiguas batallas mantenidas con espadas allá por el siglo XII. Mientras expone la historia de esta tradición, explica que a esta danza en Huesca la llaman «el paloteao», en otros sitios «baile de bastones», y se suele coordinar con el ritmo de distintas canciones. «En las comarcas de la provincia de Huesca cercanas al lugar donde yo nací, Camporrells, se perdió en todas excepto en mi pueblo. Un lugar tan pequeño que tiene 200 habitantes y a veces bailando llegamos a ser 120», explica Campo. En su localidad natal no llegó a perderse porque los adultos lo recuperaron gracias a ese verano de 1978. Desde entonces, los veraneantes lo bailan, y «llevamos a nuestros hijos para que nos acompañen siempre que es posible», rememora el comunicador.
Esta curiosa tradición consiste en que uno o dos bastones de madera se golpean entre sí, continúa explicando, y los bailarines al son de una melodía realizan una variedad de saltos y pasos mientras chocan, acompasada y rítmicamente, sus bastones. Después de ese año, la familia Campo, cada mes de julio, interrumpen sus vacaciones, que normalmente pasan juntos en Galicia, para cumplir con su obligada cita.
Pero en el interior de Campo Vidal late otro recuerdo: «Para todos los que tenemos una cierta edad, el primer verano que viajamos a Europa es uno de los que más impresionan. Se me quedó grabado París, o ir haciendo autoestop a Lucerna (Suiza). Vivir Europa a los 22 años, y ver cómo se vivía en Europa entonces».
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Manuel Campo Vidal: «Enseñé a bailar los «Tochets» y recuperamos las raíces de la zona»
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